“Andar a caballo es como si estuvieran utilizando sus propios pies”
Por: Carol Antunez
Un ejemplo, muchas sonrisas
El viernes por la tarde Nicolás llegó con su papá Arnaldo y su mamá Raquel a la Escuela de Equitación del Ejército (E.Eq.E.). Bajó del auto caminando con la ayuda de un par de bastoncitos canadienses, saludó a los instructores que estaban alrededor del picadero y se dejó poner un casco. Nicolás ya estaba pronto para la media hora de equinoterapia, a la que él, como otros niños, la ven como un deporte.
Inmediatamente sus papás lo ayudaron a subir por una rampa que le permitía estar a la altura de su caballo para poder montarlo. Ese día la actividad se realizó en un picadero cerrado, pero también suelen hacerse al aire libre. En el terreno arenoso lo estaban esperando su instructora personal, un soldado que dirige el caballo y dos niños, que habían llegado antes que él, con sus respectivos instructores. Una vez arriba, además de andar al paso, Nicolás intentó embocar aros de todos colores en conos naranjas que se encontraban alrededor del picadero. Luego de treinta minutos bajó a través de la rampa, tomó sus bastoncitos canadienses y premió a su caballo con zanahorias que había llevado su mamá. Nicolás, ¿te gusta venir a la Escuela a andar a caballo?
Sí.
¿Qué es lo que más te gusta de la equinoterapia?
Me gusta todo.
¿Qué hacés en las clases?
Juego con aros, pelotas, y conduzco el caballo. Con Rosario (instructora) aprendí las partes del caballo y la alimentación.
¿Cómo se llama tu caballo?
Morito. Pero también ando en Arturo, como hoy.
¿Cómo es Morito?
Es chiquito y negro.
Nicolás Bruzzone tiene diez años y está cursando quinto de escuela en el colegio Federico Ozanam en Montevideo. Nació con la columna abierta a nivel de la cintura (espina bífida) y las caderas luxadas, es decir que no calzan. Es una discapacidad genética por la que ha tenido que someterse a nueve operaciones y por la que hoy en día tiene que caminar ayudado por bastones canadienses.
Hace dos años que Nico concurre a las clases de equinoterapia y desde el primer momento que vio a Morito supo que sería su caballo. “Él dijo: “ese va a ser mi caballo”; no sabía cómo se llamaba y le puso Morito. Él dice que le gusta montar, se siente cómodo haciendo los ejercicios. En cierto momento lo conduce solo y eso es lo que le da independencia”, comentó su mamá, Raquel Villar.
Sí.
¿Qué es lo que más te gusta de la equinoterapia?
Me gusta todo.
¿Qué hacés en las clases?
Juego con aros, pelotas, y conduzco el caballo. Con Rosario (instructora) aprendí las partes del caballo y la alimentación.
¿Cómo se llama tu caballo?
Morito. Pero también ando en Arturo, como hoy.
¿Cómo es Morito?
Es chiquito y negro.
Hace dos años que Nico concurre a las clases de equinoterapia y desde el primer momento que vio a Morito supo que sería su caballo. “Él dijo: “ese va a ser mi caballo”; no sabía cómo se llamaba y le puso Morito. Él dice que le gusta montar, se siente cómodo haciendo los ejercicios. En cierto momento lo conduce solo y eso es lo que le da independencia”, comentó su mamá, Raquel Villar.
Pero mayor es aún la alegría que sienten sus padres al ver cierta evolución; “lo disfrutamos a pleno porque repercute en la calidad de vida de él, tanto física como emocionalmente. Antes era muy retraído y miedoso para hablar con alguien. Ahora se le fueron los miedos, ha madurado y mejorado su autoestima e intelecto, ha adquirido independencia y ha alineado su espalda”, expresó Arnaldo Bruzzone, papá de Nicolás. “Es muy mimoso, muy pegado a mí, y esto lo ayuda a despegarse. Antes ni siquiera se quedaba con el padre; yo me iba a hacer los mandados y Nico se quedaba llorando, pero la equinoterapia lo ayudó”, añadió su mamá.
Mejor calidad de vida
Algunos de los motivos por los que recurren a la equinoterapia son los siguientes: vértigo, quebraduras de cadera, ancianidad, parálisis cerebral, esclerosis múltiple, párkinson, autismo, síndrome de down, distrofias musculares, cardiopatías, alzheimer, entre otros. Al ser tan diversa la cantidad de patologías, el ejercicio terapéutico depende de cada paciente a tratar. La doctora Sandra García, especializada en medicina general y del deporte, aclaró que para saber qué es lo que le beneficia a cada uno en particular se les hace un historial, para luego comunicarles a los instructores qué áreas son las que hay que trabajar. En ese momento se decide si el paciente conduce solo o hace monta doble, es decir, acompañado de un terapeuta que también sube al caballo con aquellos que no tienen sostén.
La psicóloga Rina Tuti también planteó que depende de cada patología el beneficio psicológico; dijo que si el paciente tiene ciertos miedos, fobias o grados muy elevados de hiperactividad no puede realizar la terapia. “Sólo después de que se hace un diagnóstico y se descarta todo tipo de contraindicaciones se puede definir el caballo y equipo que tiene que utilizar, y qué ejercicios tiene que realizar”, añadió.
Incluso comentó que también los niños con déficit atencional o autismo se benefician de esta terapia; debido a que tienen mucha información alrededor y no pueden clasificarla como cualquier otra persona. La equinoterapia los ayuda a focalizar la atención durante la media hora de terapia y mejorar el equilibrio.
También aclaró, con cierta impotencia, que la mayoría de los pacientes no tienen curación. “Podés ayudarlos a mejorar un poco, por ejemplo su postura o a caminar, pero los síndromes genéticos no se curan. A personas con parálisis y retardos mentales muy severos, o con autismo muy profundo no les sirve la rehabilitación, pero si la parte lúdica, para andar a caballo nada más”. De todas maneras su mayor gratificación “es ver que logren algo que antes no podían hacer, por ejemplo había un niño que no conversaba y ahora interactúa”.
La importancia del equipo: enseñando y aprendiendo
Los instructores de equinoterapia, quienes hacen un curso durante seis meses en la E.Eq.E. para poder ejercer como tales, son quienes mantienen el mayor contacto con los pacientes en el picadero. Cada uno de ellos tiene a su cargo aproximadamente 20 alumnos por semana, quienes son permanentes, ya que “tienen un periodo de adaptación con una persona extraña, por lo que no es productivo estar cambiándoles de instructor cada vez que vienen, como tampoco lo es cambiarle el caballo. Cada uno se familiariza y se encariña y lo llama por su nombre, tanto al instructor como al animal”, explicó la instructora y administrativa del CENAFRE Cecilia Correa.
Por su parte, la instructora Rosario Etcheverre añadió que “todo es recíproco; lo que vos les brindás lo recibís. La base de todo es cómo trabaja el equipo. Si nosotros nos entendemos al trabajar, se nota adentro del picadero. Por lo tanto al haber buena interacción se va dando una unión en la forma de trabajo. Si no hay buena comunicación entre nosotros no la puede haber con los pacientes”.
Como buenos profesores dejan un umbral abierto para recibir de sus alumnos.”De ellos aprendemos más que nada lo que tiene que ver con la comunicación, en cuanto a cómo transmitir sentimientos. A veces uno se guarda cosas, pero los ves a ellos que no tienen problemas en ese aspecto y te das cuenta de que nosotros a veces ponemos límites que ellos no”, dijo la instructora Cecilia Inzarralde.
Además, Cecilia Correa explicó que durante el curso se aprende mucha teoría, “pero que la parte práctica te la ganás día a día”. Añadió que “es impagable que el niño te llame por tu nombre, que reconozca el lugar y entre corriendo, y que después, estando arriba del caballo, te responda más allá de la patología que tenga. Cuando a ellos les gusta se nota, porque lo hacen con dedicación y amor”. El Capitán Gustavo Dos Santos, que además de ser el jefe de cursos del CENAFRE, es el entrenador del Equipo de Equitación de Olimpiadas Especiales, admira de sus alumnos los deseos de superación. En las Olimpiadas Especiales de Verano en el 2007 que se realizaron en la ciudad de Shangay y en los Juegos Iberoamericanos Especiales en la ciudad de Bogotá en el 2009, los atletas con discapacidades mentales, seleccionados de los programas de equinoterapia, consiguieron logros muy importantes obteniendo un gran número de medallas de oro, plata y bronce. Frente a esto lo que más le importa a Dos Santos es “que disfruten, se relacionen con otros niños y personas, y sientan orgullo de estár representando a su país. Los logros deportivos son algo secundario que uno tiene como excusa para que viajen y se independicen”. Incluso destacó que aprende mucho de ellos, ya que “son puros, no tienen maldad de ningún tipo, no tienen esa necesidad de ganar ni ponerse metas contra otros. Lo que quieren es superarse a sí mismos; si no les sale una cosa se ríen y la vuelven a hacer”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario